
LAS VOCES QUE TRAE EL VIENTO
SUSANA PAGANO

Se escucha retumbar el eco de su taconeo...
…El sonido se proyecta en las angostas paredes de los callejones…
La ciudad duerme y el silencio nocturno ocasiona que el ruido de los pasos retumbe de una pared a otra de manera explosiva. Algunas luces se alcanzan a encender en el interior de las viviendas.
…Ojos que se asoman por las ventanas para ver al dueño de los pasos apresurados que se adivinan angustiosos…
Pero nadie logra ver una silueta, una sombra, un pie que se alcance a ver mientras dobla la esquina. Es como si el sonido lo trajese una figura invisible, o una muy veloz que no se deja atrapar por miradas curiosas. Pero esto no es la primera vez que sucede. El pequeño pueblo en las entrañas de una Sicilia asolada por la guerra y desmoralizada por el hambre, la sequía y la mezquindad se siente sumergida en la más profunda desesperanza.
– Lo que nos faltaba –dijo el panadero esa misma mañana–, que un nuevo espíritu nos venga a intranquilizar el sueño.
– No es un espíritu –le dijo su esposa.
– Entonces, ¿qué es?
– Un alma perdida.
– ¿Qué no es lo mismo?
– No, no es lo mismo, tu sei un cretino ed uno stupido.
Se estaba convirtiendo en un fenómeno habitual, en una tradición más que se sumaba a las que ya se conocían de años… de siglos atrás.
– Ha de ser una mujer asesinada en la guerra –comentó el zapatero–, que no encuentra descansar en paz.
– Sí, eso ha de ser –dijo la empleada con un suspiro.
Pero lo cierto es que nadie acertaba a adivinar qué significaban aquellos pasos, de dónde venían o qué augurio traían. Por más que los hombres valerosos y fuertes del pueblo se dieron a la tarea de encontrar a la dueña de los pasos apresurados, nadie conseguía vislumbrarla nunca.
…Come fai a sapere che lei è una donna?... una donna… una donna…
…le preguntó el tabernero a su esposa.
– Es evidente, escucha cómo suena el tacón de un hombre y cómo el de una mujer… son distintos; el de hombre suena a garbo, el de mujer a suspiro.
– Pero si va corriendo, ¿cómo puedes notar eso?
…Non lo so ma lo so... lo so... lo so...
Así acordaron todos en el pueblo que se trataba de un alma femenina que buscaba con desesperación a un hijo, a un marido o un refugio para escapar de la miseria. Desde hacía un par de semanas que se escuchaba el taconeo, cada vez más claramente, cada vez con mayor definición.
– Yo creo que el día que logremos verle los pies va a ser porque ya encontró lo que buscaba y se va a marchar al otro lado –comentó una mañana fría de invierno el empleado de la tienda de legumbres.
Pero se empezaron a escuchar más y más pasos cada día. Las carreras y las persecuciones parecían aumentar en lugar de disminuir.
– ¿A qué se puede deber? ¾se preguntaban entre ellos.
– A que nos están invadiendo los muertos… i morti ci stanno invadendo... los muertos... los muertos...
– Yo no creo, ha de ser la temporada, con las navidades se juntan las melancolías…
Pero no eran las melancolías, ni los muertos, ni las almas en pena, ni los fantasmas. Todos se equivocaban porque estaban tan vivos los de un lado como los del otro, tanto los que escuchaban los taconeos como los que taconeaban.
Una noche se sentó una dama de porte elegante y calzado fino en una mesa de la tratorria. Frente a ella tomó asiento su joven hija, una niña de escasos 7 años.
“Tuve miedo anoche, mamma”
“¿De qué tuviste miedo, mia figlia?”
“Del viento que trae y lleva voces.”
“¿Y qué dicen esas voces que trae el viento?”
“Que la mujer de los tacones ha vuelto a salir corriendo por las calles, como si huyera.”
“No hagas caso de esas voces, mia figlia, son sólo los rumores de ese viento que trae noticias de otros tiempos que no nos corresponden.”
“¿Y si los vuelvo a escuchar, mamma?”
“Diles que nos dejen tranquilas, que este pueblo es tan de ellos como nuestro.”
La madre tomó a su hija de la mano y se alejaron de la trattoria a paso apresurado, debían llegar a casa antes de la medianoche, antes de que empezaran los bombardeos.
…Y por las calles del pequeño pueblo volvió a retumbar el eco de los taconeos nocturnos….