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Arrojó el vaso de vodka contra la pared. 
Lo hizo con furia, con resentimiento. 
Con ganas de matar a alguien. 
Sí, tenía ganas de matar a ese bastardo que le había hecho tantas promesas y que ahora se fugaba como un cobarde. 
Justo hoy, carajo, 14 de febrero. 
Lo hizo a propósito el imbécil. 
Maldito. 
Tan fuerte golpeó la pared con el vaso de cristal que se hizo un hoyo del tamaño de una canica. 
Maldición, pensó, y encima tendré que ponerme a reparar esta porquería de departamento rentado cuyo alquiler, por supuesto, ya tampoco paga ese cabrón de mierda. 
Una luz tenue al principio pero que iba intensificándose, salía por el agujero. Mara se acercó. Atrás de ese muro debía estar el baño de visitas y la luz estaba apagada. Agrandó un poco la abertura con los dedos, quería ver por qué se filtraba luz desde ese sitio, o de dónde venía en todo caso. Se asomó. En definitiva, ahí no había un cuarto de baño. ¿Qué es esto?, hasta la borrachera se le empezó a bajar. 
Debe ser una habitación secreta entre la sala y el baño, pensó, pero se alcanza a ver que es demasiado grande como para haber un cuarto entre un espacio y el otro. Y este depa de mierda es diminuto... y caro como la chingada, exclamó en voz alta. 
Volvió a acercar el ojo al orificio. Sin embargo, la luz era tan intensa que no se alcanzaba a ver nada con claridad. Tambaleándose aún por el exceso etílico, fue hacia el patio de servicio, en donde guardaba la caja de herramientas. Sacó un martillo y arremetió con él contra la pared haciéndose consciente de que eso le costaría una fortuna, seguramente su casero se lo cobraría como un departamento nuevo. Tres martillazos después había derrumbado la mitad de la pared. 
Y por si fuera poco, una pinche pared de papel que se cae de un soplido, farfulló. 
Pero lo que vio la dejó sin habla. Los pocos restos de alcohol que quedaban en su organismo se evaporaron por completo. 
Es el futuro, pensó. Es el maldito futuro. Y es extraordinario. 
Dio un paso hacia el frente. El corazón le latía apresurado. Sentía las tenazas del miedo cómo le estrujaban las vísceras. Se preguntó por qué lo hacía, aquello podía significar algo insospechado, la muerte incluso. Pero la impulsaba una fuerza que iba más allá de su voluntad... y cruzó el umbral.
    Cuando despertó en la cama de hospital le dijeron que su novio había intentado matarla... 
Que la bala le perforó un pulmón y le rompió un par de costillas... 
Que por poquito no la cuenta. 
Mara sólo contemplaba a sus hermanos y a su madre. 
¿Cuál bala?.. 
Que ella estaba en el suelo de la sala de su departamento con un martillo en la mano, seguro quiso defenderse con él... 
Que yacía sobre una alfombra de sangre... 
Que la encontró la vecina cuando oyó la escandalera. 
¿Cuál escandalera?
Que lo raro es que la vecina escuchó clarito el golpe de un martillo y nunca la detonación... 
Que estuvo en coma tres días con sus tres noches. ¿Y qué día es hoy?, preguntó Mara. 
Es 14 de febrero. 
Y yo ni novio tengo, dijo para sí. 
Lo que ya no supo fue si la que no tenía novio era esta Mara o la otra, la que había visto allá... en el otro lado de la pared machacada a martillazos.

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